El papel de un líder en un grupo es fundamental. Para lograr resultados debemos cuidar lo más valioso: Las personas que integran el equipo. Cuando creamos un entorno en el que las personas consiguen resultados, pueden desarrollar nuevas habilidades y triunfan, estamos cumpliendo nuestra mayor vocación como directivos y líderes de personas.

Un líder no es aquel que únicamente tiene un conocimiento o experiencia determinada. Es aquel que tiene coherencia e imparcialidad, predica con el ejemplo actuando con integridad, conoce los objetivos de la organización y departamento al que pertenece. Pero además, los líderes son personas proactivas que saben motivarse y motivar a los demás, son buenos comunicadores y excelentes oyentes, suelen ser flexibles y abiertos a nuevas ideas; y sin duda conocen la importancia de crear un buen ambiente de trabajo donde se cultive la cooperación y la colaboración entre los miembros del equipo.

El verdadero líder es aquel que otorga “poder” a los trabajadores. ¿A qué nos referimos con ésto? Cuando las personas pueden dar su opinión en lo que a soluciones se refiere, no estamos únicamente obteniendo información sobre diferentes modos de llevar a cabo una tarea determinada, algo más importante, a través de la participación y la involucración, estamos consiguiendo  que los trabajadores se impliquen más para que dicha tarea salga bien.

Lo cierto, es que independientemente de lo que hagamos siempre pueden surgir contratiempos y dificultades. Sin embargo, es necesario entender que nuestros resultados y los de nuestro equipo dependen de cómo se resuelvan estas dificultades. No debemos omitir los problemas, pasar por alto las dificultades. Hacer como si no ocurriese nada no es la salida ante un conflicto. La comunicación siempre debe estar presente ante ciertas incidencias que puedan ir surgiendo. El líder debe tener por tanto coherencia, imparcialidad y fortaleza en los momentos demandantes. Sin estas cualidades puede incluso agravar más posibles dificultades y reducir la moralidad de todos.

La persona que lidera un equipo debe interesarse por el crecimiento y desarrollo profesional de  todos sus colaboradores.  Si nos preguntásemos qué es lo que motiva hoy en día a los trabajadores, deberíamos hablar en la medida de lo posible de reconocimiento y agradecimiento, tareas estimulantes y satisfactorias, y oportunidades de crecimiento.  El dinero es importante, pero mucho menos de lo que podamos pensar, los trabajadores esperan una remuneración justa y objetiva.

Para que la mayoría de los supervisores o directivos puedan realizar todos sus cometidos es fundamental que sepan delegar y deleguen parte de su trabajo. Sin embargo, aquí nos encontramos con el problema de que muchos responsables temen hacerlo. Ésto  suele deberse a diversas razones, algunas de ellas son la necesidad de querer controlarlo todo, ciertas inseguridades en la persona que delega o que anteriormente se haya delegado y no haya resultado bien.

Finalizar, no olvidando algo, cuando nos ascienden o nos asignan a un puesto de liderazgo, no obtenemos automáticamente todas las habilidades necesarias que contribuyen a ser un buen líder. Por ello debemos ir adquiriéndolas, y esto comienza  ganándonos la confianza de nuestros nuestros colaboradores.

“El entusiasmo es contagioso, es difícil mantenerse neutral o indiferente ante una persona de pensamiento positivo” (Denis Waitley).

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