Hay personas que sólo con imaginarse la situación de enfrentarse a un audiorio lo pasan realmente mal. Debemos tener presente que cualquier individuo con el entrenamiento adecuado puede lograr un satisfactorio desempeño en este terreno. Cierto es que algunas personas lo logran de forma innata, sin embargo, la posibilidad de expresarse eficazmente en público está al alcance de cualquiera. No depende exclusivamente de las características de nuestra personalidad, de hecho, hay personas muy extravertidas que son muy malas comunicadoras y al revés, personas más tímidas que logran levantar a toda una audiencia.
Lo que buscamos es la oratoria eficaz, para ello dos claves fundamentales: Dar una impresión favorable de nuestra persona y hacer sugerentes nuestras ideas. El mejor orador no es el que más sabe de todo, ni el que menos miedo tiene a hablar en público, ni tampoco el más deshibibido. Es aquel que logra cultivar, convencer, transmitir y persuadir al auditorio al que se enfrenta.
Seguro que en alguna ocasión todos hemos presenciado a un orador que hace grato su auditorio aún faltándole algunos de los ” supuestos o condiciones indispensables” ( timbre de voz, vocalización, modulación, presencia..) y es que sigue una REGLA DE ORO… pero.. ¿ Cuál es esa regla?. Es algo tan sencillo como LA NATURALIDAD.
Al comenzar, tenemos que partir de algo importante como es SER NOSOTROS MISMOS, INCLUSO CON NUESTROS DEFECTOS. No es bueno representar un papel o fingir algo. Lo esencial en una actuación pública es lograr el favor del auditorio y transmitir nuestras ideas y sentimientos. La simpatía y la amabilidad deben de ser nuestros otros dos aliados… Pero si..” Yo no soy simpático, ni tengo gracia.. ” Cierto es que la gracia es un don muy complejo, en ocasiones innato, pero la simpatía sí se maneja en gran medida con la voluntad. Aprender a ser simpático también se puede lograr, por lo menos parecerlo o portarse de un modo amable y cortés. Repitiendo este tipo de comportamientos en el tiempo, lograremos crear en nosotros un hábito y con el tiempo aparecerá de modo espontáneo esa simpatía que estábamos buscando. Pero… ¿Por dónde comenzar? Debemos comenzar por la amabilidad.
El público puede llegar a perdonar ciertos defectos de torpeza en el discurso, timidez.. pero algo que no perdonará será la antipatía y el aburrimiento. Por tanto, nunca debemos ser hoscos o pesados.
Un punto que genera un gran problema para algunas personas es el BLOQUEO. Esta imagen suele ser frecuente de forma incluso obsesiva, sobre todo para aquellos/as más sensibles a la timidez y a la inhibición. Sin embargo el bloqueo es muy poco probable. Es importante mantener un discurso sencillo, conciso y breve. Ciertas anécdotas pueden ser interesantes, pero dar vueltas siempre al mismo punto, además de que puede generar monotonía y aburrimiento, aumenta las probabilidades de “quedarnos en blanco” o acercarnos al temido bloqueo.
Al público no hay que castigarlo, hay que mimarlo. Ser dinámicos, flexibles a diferentes puntos de vista, abiertos a sugerencias puede ayudarnos en esta tarea.
Finalizar sólo con tres breves apuntes: Tener conocimiento del tema a tratar, pensar que nadie tiene porque notar si estamos nerviosos y la última pieza clave del puzzle: PRACTICAR ” El que la sigue, la consigue”.
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