Las emociones y los sentimientos son de suma importancia para entender la conducta humana. Las emociones son las que nos permiten adaptarnos y dar respuesta al entorno en el que nos encontramos, son las que nos alertan de posibles complejidades. Sin embargo, a pesar de ello, todavía nos encontramos con dificultades a la hora de gestionarlas de una forma satisfactoria.
Resultan de gran interés resultados de investigaciones a nivel mundial, donde se pone de manifiesto que nuestro cociente de éxito se debe en un 23% a nuestras capacidades intelectuales y un 77% a nuestras aptitudes emocionales. Según estas investigaciones, la inteligencia general o coeficiente intelectual desempeñaría un papel secundario respecto a la inteligencia emocional. Actualmente sabemos que los sentimientos pueden favorecer o agilizar el razonamiento, mejorar la comunicación o facilitar la interacción social. Por todo ello, debido al creciente interés que han tenido en los último años, en contextos como el laboral, las emociones han sido incluídas en muchos procesos de selección de personal, formación y evaluación.
Pero… ¿Qué entendemos por aquellas personas con una inteligencia emocional desarrollada o alta? Incluímos aquí a personas capaces de entender sus propias emociones, expresarlas y manejarlas de forma adecuada en función de las exigencias de la situación, anticiparse a sus sentimientos, comprender y reconocer las emociones de los demás. Por tanto, la inteligencia emocional es la habilidad que nos permite reconocer los sentimientos propios y los ajenos y poder manejarlos de una forma adecuada.
Probablemente todos hayamos conocido a personas muy eficaces académicamente, brillantes en su etapa escolar o incluso también universitaria, pero sin embargo su trayectoria profesional no ha sido todo lo exitosa que cabría esperar en función de sus frutos académicos. La razón se puede deber a que la inteligencia de estas personas no se ha completado con las aptitudes emocionales necesarias para lograr las exigencias de la vida y poder así alcanzar logros y objetivos. “Lo que importa no es lo que tenemos, sino lo que hacemos con lo que tenemos”
A diferencia de la inteligencia general o coeficiente intelectual, la habilidades emocionales se pueden adquirir, no son innatas. Por ello es importante que seamos conscientes de la importancia que tiene una gestión satisfactoria de emociones para poder desarrollar este tipo de aptitudes. Necesitamos centrarnos en cinco dimensiones que rigen la inteligencia emocional como son el conocimientos de nuestas emociones, el autocontrol emocional, la motivación, la empatía y las habilidades sociales.
Si volvemos al exigente escenario laboral en el que nos movemos hoy en día, entendemos que está marcado por incertidumbres, complejidades, cambios… Por todo lo comentado, ningún trabajador, por experimentado que sea, dispondrá de la totalidad de respuestas a todas las situaciones. Un profesional efectivo y moderno se debe enfrentar a la realidad laboral dotado del conocimiento de su medio pero sin duda alguna también de sí mismo, logrando gestionar de un modo adecuado su abanico de emociones.
Finalizar con un breve apunte: “Cada uno de nosotros somos nuestro propio clima, determinamos el color del cielo en el universo emocional en el que habitamos”. (Fulton. J. Sheen).
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