La OMS (La Organización Mundial de la salud) define estrés como un conjunto de reacciones fisiológicas que preparan al organismo para la acción. Aunque término estrés en las últimas décadas ha despertado un gran interés, a pesar del auge y de la importancia que está adquiriendo, es un fenómeno que ha comenzado hace siglos.

En el hombre primitivo era una respuesta de activación que facilitaba su adaptación y supervivencia. Cuando veía que podía ser atacado y su vida podía peligrar, se preparaba con la lucha y la huida. Esto era lo único  que le permitía superar la situación con éxito. El ser humano del siglo actual, tiene escasas posibilidades de verse en una situación de este tipo, además la gran mayoría de los problemas de la actualidad no se solucionan con la lucha o con la huida. Sin embargo, algunos tipos de estrés  pueden producir respuestas prácticamente iguales a las del hombre primitivo. ¿Por qué ocurre esto, si aparentemente no parece dotarse de mucho sentido? Simplemente porque las personas cuando nos dejamos llevar por la emoción, no distinguimos entre una situación real y objetiva que puede ser peligrosa, de otras que pueden serlo desde nuestra subjetividad.

En la actualidad, entendemos el estrés como una respuesta de nuestro organismo al considerar que las demandas del medio exceden nuestras posibilidades para hacerle frente. Cualquier suceso que genere una respuesta emocional puede provocarnos estrés, tanto experiencias o situaciones positivas (nacimiento de un hijo, viaje de placer…) como experiencias negativas (pérdida de empleo, separaciones…).

La manifestación de estrés varía en función de la persona y puede implicar consecuencias muy diversas. Ante una misma situación, cada individuo va a responder de una forma muy diferente. Por una parte hay que tener en cuenta el nivel de presión que experimenta la persona desde un punto de vista objetivo, por otra las capacidades y los recursos que posee dicha persona, y finalmente algo que no debemos olvidar, las vivencias subjetivas,  es decir las actitudes y creencias.

Como hemos visto, el estrés es causado por el instinto del cuerpo de protegerse a sí mismo.  Si tenemos en cuenta que cierto grado de tensión nos mantiene activos, nos aporta energía, nos permite aprovechar mejor el tiempo etc. ¿Cuando surge el problema? El problema se origina cuando nos “desbordamos” y sobrecargamos nuestro cuerpo y mente. De esta manera, comienzan a tomar forma una serie de síntomas a nivel físico, psíquico y conductual. Además un estrés prolongado en el tiempo, puede provocar problemas más severos como enfermedades físicas y deterioro en la salud.

Son varias las medidas preventivas recomendadas para combatir el estrés patológico, entre ellas podemos citar la alimentación equilibrada, dormir un número suficiente de horas, establecer metas realistas a lo largo del día, practicar ejercicio, técnicas de relajación, dotarnos de un tiempo para nosotros… pero algo fundamental son nuestras ACTITUDES.  Incluso en aquellos momentos complicados debemos ser capaces de fomentar el sentido del humor y albergar en nosotros el optimismo. Ambos son ingredientes esenciales para aumentar nuestra capacidad de afrontamiento ante situaciones difíciles.

“Mantén tu rostro hacia la luz del sol, y no verás la sombra” (Helen Adams).
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